martes, 28 de diciembre de 2010

La Alegoría del Carruaje.

"Un día de Octubre, una voz familiar en el teléfono me dice:
-Salí a la calle, que hay un regalo para vos.
Entusiasmado, salgo a la vereda y me encuentro con el regalo. Es un precioso carruaje estacionado justo frente a la puerta de mi casa. Es de madera de nogal lustrada, tiene herrajes de bronce y lámparas de cerámica blanca, todo muy fino, muy elegante. Abro la portezuela de la cabina y subo. Un gran asiento semicircular forrado en pana bordó y unos visillos de encaje blanco le dan un toque de realeza al cubículo. Me siento y me doy cuenta que todo está diseñado exclusivamente para mí, está calculado el largo de las piernas, el ancho del asiento, la altura del techo...todo es muy cómodo y no hay lugar para nadie más.
Entonces miro por la ventana y veo "el paisaje": de un lado, el frente de mi casa, del otro, el frente de la casa de mi vecino..Y digo:
-¡Qué barbaro este regalo! ¡Qué bien, qué lindo! -Y me quedo un raro disfrutando de esa sensación.
Al rato empiezo a aburrirme, lo que se por la ventana es siempre lo mismo.
Me pregunto cuánto tiempo uno puede ver las mismas cosas y empiezo a convencerme de que el regalo que me hicieron no sirve para nada.
De eso que ando quejandome en voz alta cuando pasa mi vecino y me dice:
-¿No te das cuenta que a este carruaje le falta algo? -ante mi cara de qué-le-falta, él sigue -Le faltan caballos.
-Por eso veo siempre lo mismo -pienso-, por eso me parece aburrido. Cierto.
Entonces voy hasta el corralón de la estación y le ato dos caballos al carruaje. Me subo otra vez y desde adentro les grito.
El paisaje se vuelve maravilloso, extraordinario, cambiar permanentemente y eso me sorprende. Sin embargo, al poco tiempo empiezo a sentir cierta vibración en el carruaje y a ver el comienzo de una rajadura en uno de los laterales. Son los caballos que me conducen por caminos terribles; agarran todos los pozos, se suben a las veredas, me llvan por barrios peligrosos.
Me doy cuenta que yo no tengo ningún control de nada; los caballos me arrastran a donde ellos quieren. Al principio, ese derrotero era muy lindo, pero al final siento que es muy peligoros.
Comienzo a asustarme y a darme cuenta que esto tampoco sirve.
En ese momento veo a mi vecino que pasa cerca en su auto y me grita:
-¡Te falta el cochero!
Con gran dificultad y con su ayuda, sofreno los caballos y decido contratar un cochero. A los pocos días asume funciones. Es un hombre formal y circunspecto con cara de poco humor y mucho conocimiento.
Me parece que ahora sí estoy preparado para disfrutar verdaderamente del regalo que me hicieron. Me subo, me acomodo, asomo la cabeza y le indico al cochero a dónde ir.
Él conduce, él controla la situación, él decide la velocidad adecuada y elige la mejor ruta.
Yo....Yo disfruto del viaje.

Moraleja.

Hemos nacido, salido de nuestra casa y nos hemos encontrado con un regalo: nuestro cuerpo.
A poco de nacer, nuestro cuerpo registró un deseo, una necesidad, un requerimiento instintivo y se movió. Este carruaje no serviría para nada si no tuviera caballos; ellos son los deseos, las necesidades, las pulsiones y los afectos.
Todo va bien durante un tiempo, pero en algún momento empezamos a darnos cuenta que estos deseos nos llevaban por caminos un poco arriesgados y a veces peligrosos, y entonces, tenemos necesidad de sofrenarlos. Aquí es donde aparece la figura del cochero: nuestra cabeza, nuestro intelecto, nuestra capacidad de pensar racionalmente.
El cochero sirve para evaluar el camino, la ruta. Pero quieres realmente tiran del carruaje son tus caballos.

No permitas que el cochero los descuide. Tienen que ser alimentados y protegidos, porque...¿qué harías sin los caballos? ¿Qué sería de vos si fueras solamente cuerpo y cerebro? Si no tuvieras ningún deseo, ¿cómo sería la vida? Sería como la de esa gente que va por el mundo sin contacto con sus emociones, dejando que solamente su cerebro empuje el carruaje. Obviamente tampoco podés descuidar el carruaje, porque tiene que durar todo el proyecto. Y eso implicará reparar, cuidar, afinar, lo que sea necesario para su mantenimiento. Si nadie lo cuida, el carruaje se rompe y si se rompe, se acabó el viaje...! "


Jorge Bucay

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